viernes, 1 de enero de 2016

Desastre de la aeronave Felonia

En este divagar continuo
De inhalación oxigenada
Y exhalación dioxidada
Avanzas menos de lo que reculas
Y aprendes que siempre eliges a la gente
Que te llena con valores elocuentes
O que te quema como un chorro a presión de agua caliente
Y, por mucho que te pongas en la piel
(Tropezando, dando traspiés) de cualquier otro ser
Intentando alcanzar, simplemente, el comprender,
Lo único que quieren de ti
Es que des el brazo a torcer.
Si cedes, primero el diestro lo retuercen
Y con más saña y vicio, al siniestro lo escarnecen.
Todo esto ocurre (como un suicidio)
Estando ya en su pellejo:
Un recubrimiento tóxico, nauseabundo 
Equivalente al de un cadáver andante
Perdido en la fábrica de chocolate
Cuyo pestilente hedor
Te agria y pone mala tu leche
Y te apaga los motores
Y te caes de los cielos en plena noche
Los pasajeros gritan
"¿No caen las mascarillas?"
"¿Se han encendido las luces de emergencia?"
Pasajeros... Olvídense del paracaídas
Porque caemos en picado a la ciénaga
De negro efluvio y amarga palabra
Donde los vapores neblinosos obnubilan
El concepto de pensamiento.
Cunde el pánico en el avión
¡Es la Hora de la Maldición!
Ahora en tu juicio
Te declararás culpable,
El malo,
El bicho raro,
El mismísimo fruto del pecado.

Pero, damas y caballeros,
La cosa no va de buenos y malos.
Es mero sentido común:
"Si quien te quiere, te hace sentir desgraciado,
Apártalo, sin excusas, de tu lado"

Maganto.

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