Eólo dio a luz a un molino de acero,
Gigante titán, cíclope hambriento,
Cuya madre fecundante se llamaba María Sarmiento.
El filo de sus aspas laminaba, sin piedad,
El reflejo del noctámbulo astro.
Pronto caprichosa la Luna cogió una espada
Y se la tiró al monstruoso hijo del viento.
Como una cuchilla de afeitar en la paleta
De un diestro pintor, recreándose en la licencia
Del cuerpo desnudo dibujado en acuarela
De una musa del séptimo arte
Desangrándose en una bañera
(Suprimiendo por completo por supuesto
la magia de las grageas)
La hoja se clavó en el suelo
Y el molturador gritó
- ¡¡Maldita sea tú luz que se parece más a la sombra!!
¡¡No quiero que tu fulgor se acerque a mi corona!!
Ciclotímica, para variar, al alba la reina se puso a llorar.
En realidad el comentario le daba igual
Lo que le importaba eran los cientos de cuerpos sin vida
Que alrededor del monstruo caían
Cada vez que se iba a descansar.
-La culpa la tenía ella, por aquella daga maldita arrojar-
Fue cuando llegó María Sarmiento
Y después de cagar, le regaló a su hijo un lucero
- Toma cariño, para que todos lo sepan.
- ¿El qué madre?
- Que tu padre es un violador de muchachas de vientre suelto.
Maganto.